Reflexionando sobre la situación actual  de muchas personas y lo enraizada que esta la queja y el pretexto en nuestra sociedad me doy cuenta de que hay varias Leyes Universales que aún no hemos entendido o bien, por comodidad y por miedo, no queremos entender.

Y es que, en la vida en general y en el mundo de la empresa en particular parece que aun no nos hemos dado cuenta de que todos estamos en el lugar que nos merecemos. Y es que la Ley de casusa-efecto parece pasar de puntillas alrededor nuestro y muchos no consiguen ni verla y mucho menos entenderla.

Si la Inteligencia Divina nos ha dotado de una arma poderosa esa es la capacidad de decisión. ¿Hasta aquí bien? ¿Esto si lo entendemos? Con esta capacidad de decisión hemos ido alejándonos de una serie de cosas y acercándonos a otras. Normalmente siempre decidimos movidos por nuestro sistema de valores y de creencias. Hasta aquí todo correcto.

Lo curioso es que el ser humano ha añadido a esta capacidad de decisión una terrible barrera protectora, causante de muchos de nuestros males, que es la excusa.

La excusa es la herramienta de los débiles y el vehículo con el que se mueven los cobardes. La excusa es la dejadez de funciones y de abstención de responsabilidades elevadas a su máximo exponente. Pero lo que más “me chirria” es que el mundo exterior está perfectamente montado y engrasado para que las personas seamos excusa andantes y vivamos en pretexto. Las palabras “pero”, “y si” y “es que” son muy buena muestra de ello.

La gran noticia es que las personas que utilizan mucho esta barrera protectora, tarde o temprano, acaban lamentándose por ello. La excusa es simplemente una herramienta para salir del paso, para crear compasión instantánea en el prójimo o para simplemente, eludir la responsabilidad de tus decisiones y las consecuencias de las mismas.

Cuando uno vive conscientemente y asume el bello reto de asumir la responsabilidad máxima en la vida abandona la excusa para siempre. Los que conocemos esto ya no tiramos balones fuera, ya no  miramos hacia otro lado y ya hemos dejado de culpar al prójimo por nuestros resultados. Y es que salir de la excusa es salir de la zona de confort. Y esto en muchas ocasiones escuece y es el camino menos fácil en primera instancia.

Ofrece siempre el máximo, trabaja como si estuvieras haciendo una obra de arte en cada pequeño gesto, y haz las cosas de tal manera que no puedas pasar desapercibido sea cual sea tu puesto, tu desempeño profesional o tu rol. Asume esa responsabilidad y verás como tus resultados cambiaran inevitablemente.

Hay demasiadas personas que han dejado de asumir este bello reto. Curiosamente suelen ser personas cuyas aspiraciones en la vida son quejarse de que su patrón o jefe gana más, de que su puesto está mal remunerado y de que la ley del mínimo esfuerzo es la adecuada cuando trabajas para otra persona.

La ley del mínimo esfuerzo trae, inevitablemente, mínimos resultados. Es la Ley de causa-efecto. Tal y como haces una cosa las haces todas. Deja de asociar cosas externas (sueldo, status, resultados) a lo interno (voluntad, perseverancia, excelencia). Tus resultados son la causa de tu nivel de excelencia y exigencia pero no influyen en el. Tú puede ser excelente  en cualquier trabajo y con cualquier retribución por pequeña que esta parezca ¿Lo entiendes? Lo demás vendrá solo.

Si haces las cosas bien, si haces las cosas como si fuera tu máxima contribución al mundo, los resultados tarde o temprano llegarán. Además estarás muy cerca del principio de la Ley de la Abundancia porque a la vez te sentirás pleno y darás sentido a tu vida. Es decir, estarás empezando a entender, como funciona la verdadera abundancia.

Pero que en este país seamos así también es la causa de muchas cosas. Es la causa de los subsidios de desempleo de años y años, es la causa de dejar elegir a alguien ir al paro porque le compensa más que trabajar o  dejarle decidir no trabajar en algo que no es lo suyo. Esta es la causa de no trabajar por incentivos, es la causa del “hecha la ley hecha la trampa”, es la causa de ¿te hago un parte de baja? y es la causa de no fomentar el verdadero liderazgo en la empresa. A priori hay picaresca en todo ello pero no es así. Quien utiliza estas armas se está hiriendo, inevitablemente, a él mismo.

Asume la responsabilidad de ser excelente, de dar lo mejor de ti. Asume ser el mejor coach, el mejor limpiador de calles, la mejor camarera de piso. De todas maneras, estás haciéndolo ¿no? Pues hazlo bien, cojones. Solo así las causas de esa excelencia darán sus frutos.

Y no me pongas más excusas porque te pondré mil ejemplos de personas con pocos o ningún recurso que ahora se han convertido en auténticos referentes y personas de éxito a nivel mundial. Ellos nunca pensaron en hacer “lo justo”. “Lo justo” ya no te alcanza amigo mío. Es lo fácil pero ya no alcanza.

La gran noticia es que todo depende de ti. Ahora bien, deberás asumir esa responsabilidad y decidir alinear el SER, el HACER y el TENER.

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